En el reino del dios de vidrio
un coro encadena culpas y destierros.
¿Cuál es la mirada que migra
desde una raíz aferrada al viento
hasta los ojos inasibles de esta Edad terminada?
Testigos silentes dentro de la expiación
marcan horas de
agonía.
Carceleros
implacables ocupándose de ti
y de tus vocablos escondidos.
Tu condena de agua reza por la sed
como por tu hambre el pan.
No consigues ahuyentar de tu frente
la vergüenza que heredaste.
Tal vez te
fortificas
con la sangre de otro ser
que sintió y vivió en tu mismo espacio.
Carne con la que también pudo
acunarse la ternura.
Caminas, descuidado, por el pasto del rocío
y por los astros
de la tierra.
Tu pie mata una hormiga. Ni lo notas.
El Planeta continúa
su
rotar de eje ciego.
Tal vez lo Primero fue inocencia,
pero hoy, en este reino equivocado,
un
juez libera al asesino.
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