Anoche la luna brillaba como si un dios la hubiera pincelado
con su luz.
El cielo no tenía fin y brillaban en él ojos de muertos
queridos.
El eucalipto gozaba de las sombras y mis pájaros-en ese
momento invisibles- soñaban con la eternidad.
Ahora, cuando todo nace, el follaje refleja el amarillo;
otra vez el piar, una tenue brisa y el vigor de la savia en las venas de todos.
En el revés de la vida hay algo que enamora.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario