viernes, 18 de julio de 2014

Relevo de prueba, de Ernesto Goldar



Venimos de lejos, compañera, y siempre andamos cerca.

Hemos quedado repasando el techo de esta cocina clase
media,
alterada por el almuerzo de los domingos, cuando
rompemos la monotonía con algún fiambre
alemán, una lata de duraznos, helado del
congelador en el verano.

Venimos de lejos esquivando errores,
percibiendo el calor de las inhibiciones,
las reservas mentales,
la pila de palabras que irrevocablemente deben
transferirnos el relato de las trivialidades.

Son muchos los días, compañera, estirados sobre el
permiso de los años,
infinitos también los temas de conversación,
renovadas las motivaciones, los proyectos (tan pálidos los
míos)
que justifiquen levantar este horizonte de tiempo
sistemáticamente duplicado
por la forma de tu voz que tiembla
y el invento que sigo en la mañana para decirte un
invariable apelativo confortante.

No vamos a caer en los recuerdos porque a esta altura
está todo confundido,
menos en las preguntas indiciarias sobre si las cosas
volverían a darse,
aún en la interrogación precisa acerca de cuánto nos
queda todavía.

No hacer memoria entonces,
pensar en los días que se trasmiten como sensaciones,
en el tiempo que aguarda para darnos oportunidades,
conforme a la débil seguridad que otorgan las
palabras usadas siempre como privilegiada
comunicación de dioses.

No sé, compañera, si es amistad lo que se llama amor en
estos casos,
pero sí así fuese, amiga mía, nos faltan innumerables
paseos matinales,
ejercicios de idioma, libros a descubrir, una ventana
incierta que da al río,
alguna callecita para treparla lentamente de la mano
como escolares procelosos.

En voz pausada y firme, de David Sorbille

A “En voz desmayada y baja”
de Ernesto Goldar (2009)


En voz pausada y firme
como cuidando pensamientos
en un paisaje insobornable
ante la borrasca de lo etéreo
defendiendo ideales nacionales
con la metafísica del barrio
siendo la voluntad del poeta
que escribe en la memoria de la noche
con ese ejercicio misterioso de palabras
que deslumbran laberintos cotidianos
como la brisa de un río que acaricia
el destino de los amantes de la vida
en versos que se enhebran como pétalos
maduros de inventario


(de "Un puente de voces", Enigma Ed. 2012)

miércoles, 2 de julio de 2014

a los árboles - Alejandro Drewes

En la lenta ceremonia pienso a veces
de la despedida: crepita un instante
sin otro después, un alto muro ciego
Uno busca su lugar en el mundo, y de pronto
el ocaso. En eso pienso, como el árbol debe
pensar en sus hojas.
Y el viento sopla después, y el silencio.


así para avanzar sobre la tierra - Amina Saïd



seguimos un rayo de luna

hasta las horas apenas despiertas del alba

regresamos para todavía partir

acuérdate completamente del primer encuentro

bordeando caminos infinitos creemos

leer en la tierra como en un libro abierto y ella

nos deja un reflejo de lo visible

acuérdate de lo que olvidaste ver

así en el fondo de nuestros ojos

ningún espejismo muerte ninguna nube

ningún pájaro memoria de los seres lugares cosas

acuérdate cómo golpeaba yo la tierra con los pies

así en el fondo de nuestros corazones

ningún duelo se hace ninguna llama

se extingue ninguna pasión

acuérdate cuando torné la hoja contra mí

así de la punta de nuestros dedos nacen

galaxias senderos estrellados de caricias

puntos de sutura para nuestras almas

acuérdate de mi cuerpo entre el relámpago del placer

así sobre los labios de cada uno

ni un silencio muerte ni una palabra

y cada uno contempla aquello que olvidó vivir

entonces acuérdate

acuérdate de lo que tuvo lugar sin ti y sin mí

acuérdate del último y del primer poema

acuérdate de lo que nunca he dicho

de los sueños que no relataré

acuérdate de mis cóleras cuando reducida

a cenizas yo renacía árbol mujer pájaro

acuérdate de mis vidas vividas antes de ti

de los días en que yo desaparecía

de los lugares donde reaparecía

acuérdate de tu antigua paciencia

de los momentos en que la noche nos tejía un sudario de noche

acuérdate de mis vuelos de mis caídas

de nuestras alarmas de nuestras risas de nuestras lágrimas

de mi parte de sombra y de luz

acuérdate de la fisura oblicua de las miradas

que brillan entre las tinieblas

acuérdate de la ausencia que vendrá

*

cuerpo de mujer

cual posible jardín

esperanza de lugar

con sus frutos plenos

sus comienzos múltiples

su parte de eternidad

la luz secreta

de su sombra incendiada

sobre el columpio de la tierra

ella vacila ya

con todo el peso de la noche

en su faz sombría

la noche se implanta

yo soy la vida dice ella

yo invento



Trad: Rafael Patiño


http://www.festivaldepoesiademedellin.org/pub.php/es/Revista/ultimas_ediciones/68_69/said.html

Amina Saïd nació en Tunis, Túnez, en 1953. Estudió Letras en la Universidad de la Sorbona, París. Algunos de sus libros de poemas: Métamorphose de l’île et de la vague (Metamorfosis de la isla y de la ola), Paris, Arcantère, 1985; Sables funambules (Arenas funámbulas), Paris, Trois-Rivières, Québec, coedición Arcantière/Ecrits des Forges, 1988; Feu d’oiseaux (Fuego de pájaros), Marseille, Revue Sud, n°84, Premio Jean Malrieu, 1989; Nul autre lieu (Ningún otro lugar), Trois-Rivières, Ecrits des Forges, 1992; L’une et l’autre nuit (La una y la otra noche), Le Dé Bleu (El dado azul), 1993, Premio Charles Vildrac; Marcher sur la terre (Marchar sobre la tierra), La Différence, 1994; Gisements de lumière (Yacimientos de luz), La Différence,1998; De décembre à la mer (De diciembre a la mar), La Différence, 2001; La douleur des seuils (El dolor de los umbrales), Paris, La Différence, 2002; L’horizon est toujours étranger (El horizonte siempre es extranjero), CD, Paris, Artalect, 2003

Susana Cattaneo

Yo te he amado, hermano, amigo, cuando los relojes se clavaban en el pecho. Cuando llorabas la mudez del teléfono y te aturdías de música y de noches.
Me has amado, amigo, hermano, cuando esperábamos la luz de los domingos, cuando aguardábamos cartas y respuestas. En madrugadas que goteaban nuestra sangre. Cuando leíamos de la mano de Alejandra y nos paseábamos con ella por las esquinas de nuestra angustia. Cuando decíamos a tres voces:”para que las palabras  no basten es preciso alguna muerte en el corazón”.

Hoy te recuerdo, aunque hace tiempo nos hemos olvidado. Después de mil inviernos, ya deberíamos tener las manos con escarcha. En vano seguirán nuestros ojos buscándose entre las tumbas de Dios.

de "niña subterranea"

no es justo partir - Hugo Acevedo


Porque no es justo partir sin un último beso.
¿Qué inquieta avecilla escondes entre tus manos
como una caricia que quisiera volar?
Yo siento que en  mi pecho se pasea un perro
intentando lamerme los latidos.
Pero no es justo mirarse el corazón.
Lidia me ausculta, somnolienta, y pretende que mi perro es sólo humo.
Oigo un clamor de grillos asediados por el sol.
Ni la sombra de un sueño los ha desvelado en la santa noche
y aquí están otra vez, pidiendo lo imposible,
el oro de mi cansancio,
mi penumbra vuelta amparo.

La lengua de mi perro se ha dormido.
El ave de tu caricia ha muerto.
Y pese a todo, extranjera,

no es justo partir sin un último beso.