Yo me resisto,
en la calle de los ahorcados,
a acatar la orden
de ser tibia y cautelosa,
de asirme a la seguridad,
de acomodarme en la costumbre,
de usar reloj y placidez,
aventura a cuerda,
palabra pálida y mortal
y ojos con límites.
Yo me resisto,
entre las muelas del fracaso,
a cumplir la ley de cansarme,
de resignarme,
de sentarme en lo fofo del mundo
mortecina de una espada lánguida,
esperando el marasmo.
Yo me resisto,
acosada por silbatos atroces,
a la fatalidad
de encerrarme y perder la llave
o de arrojarme al pozo.
Con toda la médula
levanto, llevo, soy el miedo enorme,
y avanzo,
sin causa, cantando entre ausentes.
Debemos ir al rescate de la poesía y los poetas. La poesía es una forma de conocimiento que duerme bajo los pies del mundo y hay que despertarla. La palabra es una moneda que se gasta y es deber del poeta darle nuevamente su valor. La disciplina y el trabajo del lenguaje poético son esenciales para la creación literaria. Juntar palabras no es hacer poesía, el poema debe nacer de la belleza del idioma y ser sostenido por el andamiaje de las ideas
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