Tocáme un tango, Taio.
Un tango desconocido.
Una provocación inquietante.
Todo acorde tuyo desgarra
las amapolas desdeñosas de la intemperie.
Tocáme un tango, Taio.
Un tango imposible.
Un tango de sudestada en el río.
Una inundación incesante
que encrespe el límite vacilante
entre la piel de la noche
y el tuétano sangrante de los vinos.
Traéme acá tu bandoneón temblón,
que nos va de trinchera
la noche y sus lagartos y vigías.
Llenáme de aluvión de tango, Taio.
Tu música,
en el embrujo de esta noche
descampadamente azul,
tatuada con sus propias estrellas.
Para esa mirada que deshila
la penumbra insolente,
tango.
Para tanta extrañeza poseída
por el privilegio del secreto,
tango.
Para esta trashumante
acodada al filo del iris de su gato,
el temblor de ese beso.
El temblor de tu fueye adolescente, Taio.
Virginia Segret Mouro
Del libro, Con bandoneón, Ediciones Tenía Razón el Malón,
2008
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